Zoos 3.0
¿Héroes del rescate animal o meros comerciantes que esclavizan? Probablemente ni una cosa ni la otra. Aunque todos los parques y centros de fauna del mundo coinciden: ahora se muestra para entender, y quien entiende ayuda a cuidar.
“Cada vez que Disney o Pixar estrenan una película de dibujos animados protagonizada por animales, aquí nos echamos a temblar”, dice Javier Almunia, doctor en Biología y director de la Fundación Loro Parquede Tenerife (España), explicando cómo la venta del pez payaso se disparó y, en apenas una década, algunas subespecies del colorido Nemohan quedado amenazadas. Es cierto, los medios calan hondo en una parte poco lucida del humano, pero las colecciones de animales silvestres como símbolo de poder no es algo reciente sino vigente desde la noche de los tiempos. Ya los sumerios de Ur (actual Irak hace 4300) años, los faraones egipcios y más cerca los aztecas, rendían tributo a reyes y dioses con animales. Sin embargo, hay centros de fauna del mundo cuyo cambio de eje (y mea culpa) los torna interesantes: si hay animales que ya han sido capturados, rescatados o nacidos en cautiverio y corren el riesgo de muerte si se los traslada o abandona en espacios naturales, ¿por qué no ofrecerles un buen hábitat donde también estudiarlos para respetarlos? De la propuesta europea del Loro Parque al desafiante Acuario del Río Paraná en Rosario; pasando por los estudios de Mundo Marino y el penoso caso porteño.
A imitar
La fauna que atesora la mayoría de los zoos modernos llega fundamentalmente tras rescates. Y algunos animales como la famosa orca Morgan del Loro Parque (rescatada al borde de la muerte en playas del Mar de Wadden, Holanda), representan casos paradigmáticos: hace dos años apareció en un video donde se la ve varada en la plataforma del complejo, lo que suscitó una campaña contra el zoológico desde la ONG animalista Dolphin Project, desde la cual aseguraban que “intentaba suicidarse”. ¿Hicieron bien o mal entonces? Depende qué se valore. Tanto la concientización sobre si e hombre tiene o no derecho a disponer de los animales, como la avalancha de noticias negativas de diversos zoos de todo el mundo (la caída de un niño al recinto de los gorilas en Cincinnati que terminó en el sacrificio del animal a balazos; la muerte de una cuidadora en el zoológico de Palm Beach a manos de un tigre; la clausura de las polémicas instalaciones de Buenos Aires) ha acelerado el necesario proceso de cambio. “¿La película que más daño ha causado a la imagen de los zoológicos fue Liberen a Willy (1993)?”, le consultan a Rafael Sánchez Ríos, responsable del departamento de orcas de Loro Parque. “Efectivamente. Aquella película distorsionó completamente la labor que realizamos actualmente en los zoológicos modernos y sirvió como escudo a un ruidoso grupo en Estados Unidos que presionó hasta conseguir la liberación de la protagonista, una orca llamada Keiko. Lo que poca gente sabe es que poco después de ser liberada murió de un simple catarro”, cuenta el especialista, que explica más sobre el caso Morgan: “Hay mucha desinformación, desconocimiento y antropocentrismo. Una buena parte de los animales que recogemos han sido desplazados por su grupo, han perdido su hábitat natural, están en peligro de extinción en la naturaleza o simplemente no poseen las habilidades necesarias para sobrevivir. La razón por la que Morgan quedó varada y herida en aquellas costas holandesas se debe a sus problemas auditivos: es sorda. Liberar al mar un animal en estas condiciones es firmar su sentencia de muerte”. Loro Parque abrió hace 40 años y sus instalaciones, presupuesto y objetivos se han ampliado y modificado a las nuevas necesidades. Su nombre, referido al loro orejiamarillo (Ognorhynchus icterotis) especie endémica de Colombiay en peligro de desaparición total (quedaban unos 20 ejemplares hace años, hoy son más de 2000) y los trabajos realizados, lo han instalado como una referencia. En los últimos años, y a través de su fundación, se han invertido más de 14,4 millones de euros (320 millones de pesos) en proyectos de recuperación y conservación de especies en peligro de extinción. Cada año se publican docenas de artículos científicos basados en investigaciones de especies que se conservan en estas instalaciones, conocimiento que sería muy difícil, y en algunos casos imposible, de conseguir en la naturaleza. “Si hiciésemos caso a los activistas más desbocados y cerrásemos todos los zoológicos: ¿No necesitaríamos crear unas instalaciones donde poder curar animales heridos o desplazados, rescatar y conservar especies amenazadas, dar cobijo y cuidado veterinario a ejemplares capturados ilegalmente o abandonados, estudiar, investigar y ampliar nuestro conocimiento de la fauna, concienciar a la población de la necesidad de resguardar el medioambiente y las especies que en él habitan? ¿Dónde colocarías todos esos animales?”, pregunta retóricamente Almunia.
La apuesta sobre el Paraná
“No es sólo un acuario sino un centro tecnológico, científico y educativo. La idea de trabajar sólo la exhibición ha cambiado en el mundo. Ahora mostramos para entender y ayudar a cuidar este río que es de todos”, dice Alexis Grimberg, especialista en Acuicultura y Subdirector del recientemente estrenado Acuario del Río. Ubicado en plena costanera de Rosario, el bloque rectangular de concreto de 3500 metros cuadrados está diseñado de tal manera que no altera la vista al río desde la costanera, gracias al sostén de sus pilotes. La recorrida lleva cerca de dos horas y no empieza adentro sino afuera, en el Parque Autóctono, un espacio de dos hectáreas recuperadas al río que recrea el ecosistema del Paraná Medio. De allí se accede a la planta baja donde se ubican los laboratorios, áreas de experimentación, piletones en tierra, una biblioteca, áreas administrativas y baños. Allí trabajan los 12 científicos examinando al pacú y al pejerrey entre las 240 especies locales para generar reproducción en criaderos para consumo. También hay cinco buzos que mantienen las peceras y alimentan peces, cuatro encargados del complejo, varios directivos y 40 guías. Éstos últimos se encargan de interactuar con los visitantes que no entran por su cuenta sino en grupos con horarios y recorrido prefijado. En el entrepiso está el bar, y en la planta alta lo que todos quieren ver: la sala de muestras con 10 peceras gigantes, pantallas táctiles, juegos de memoria y un cajón de arena interactiva en la que se proyectan colores para recrear ambientes donde se ve cómo se modifican si el hombre los interviene. Cada uno de los espacios busca replicar un sector del Paraná, como los humedales, los arroyos o sus profundidades, y todo está monitoreado las 24 horas de manera remota. “La tecnología es clave, pero también la parte humana. Por eso tenemos contacto con pescadores desde el principio del proyecto, salimos juntos y nos han enseñado un montón de cosas, como la existencia de dos tipos de tararira, cuando creíamos que sólo había una”, completa Grimberg. A esa comunidad de pescadores reunida en una asociación civil se le construyó un espacio con sanitarios, duchas y cámaras frigoríficas para guardar su pesca, y se le abrió las puertas del acuario: Emanuel Calegri, es pescador, vive en la isla y se encarga del mantenimiento; Andrea, hija del pescador Don Aguilar, es una de las guías con la que visitamos el primer piso. Pero claro, no todo es color de rosa. Hay críticas menores de los visitantes por la tardanza en la entrega de entradas, o el diseño edilicio. Y otras más fuertes sobre porqué se tardaron 10 años para terminar la obra, y si los 200 millones de pesos provinciales no podrían haberse invertido en salud, educación y vivienda, déficits de esta y tantas ciudades. Si el Estado debe o no priorizar estos proyectos será un dilema por siempre. Pero el tiempo dirá si al acuario ha sido gasto o inversión, si los científicos de la Universidad Nacional de Rosario y del Conicet han logrado trabajar juntos, y si se han alcanzado resultados valiosos.
Aggiornado al mundo
La vieja imagen de Mundo Marino, relacionada más al circo y uso de especies para la animación, ha quedado atrás. Hoy el complejo ubicado en San Clemente del Tuyú no deja de tener su visión recreativa, pero la postura conservacionista gana terreno día a día. “Fue gracias al tratamiento médico-veterinario, en especial mamíferos, aves y tortugas marinas, que se fundó el primer Centro de Rescate y Rehabilitación de Fauna Marina de Latinoamérica, al que han concurrido veterinarios, biólogos y técnicos de toda la región para formarse y trabajar en sus países”, explican desde la Fundación Mundo Marino, que recorre más de 11.000 km de playa por año asistiendo animales enfermos o lastimados, tomando muestras de ejemplares muertos y de la basura (grave amenaza para la fauna), y que ya ha atendido a más de 8.500 ejemplares heridos. El centro, que creó el único banco de germoplasma de fauna marina de Latinoamérica y fue financiado por Naciones Unidas, presentó más de 250 trabajos de investigación, y hoy realiza y apoya investigaciones y actividades relacionadas con la conservación dando sustento técnico a personas e instituciones. Uno de sus proyectos bandera trata la contaminación que afecta al pingüino de Magallanes (Spheniscus magellanicus) como bioindicador ambiental de contaminación oceánica por hidrocarburos en el Mar Argentino. Desde el año 1987 hasta 2014 fueron rescatados 2.455 pingüinos magallánicos y asistidos por un equipo interdisciplinario de profesionales y técnicos. “Del total rescatados en zonas costeras, el 74,54 % se hallaban empetrolados”, cuentan, explicando que el alto riesgo para la conservación ambiental es consecuencia directa del desconocimiento de la población sobre las particularidades y el funcionamiento de esos ecosistemas.
¿Es posible este y otros logros sin restringir la libertad de algunas especies? ¿Puede estudiarse lo que no se conoce? “Un argumento de quienes defienden la existencia de los zoos, es que éstos cumplen una función conservacionista: que allí se cría, aparea y encarcela a animales que se encuentran en peligro de extinción para que podamos disfrutar de ellos. Para mantener la existencia de seres debido al interés que tenemos los humanos en disfrutar de su existencia”, plantean desde la web Igualdadanimal.org. Como ocurre con los temas realmente interesantes, nada es verdad absoluta.