Por un aula afectiva
La conexión emocional con los alumnos influye notablemente en las formas y contenidos del aprendizaje. Aulas mejores en la mirada de Laura Lewin, especialista en educación.
El período escolar, en sus distintas etapas, suele ser determinante en nuestras vidas. Coincide, claro, con los momentos de desarrollo más significativos. Esas “marcas”, en su carácter positivo o negativo, muchas veces emergen, retornan y lejos de verlo como un problema puede ser la oportunidad de afianzarlas o reformularlas. “Si pensamos en algún momento de nuestra vida como alumnos, seguramente recordemos alguna situación o incidente en donde sentimos vergüenza o miedo. Si vamos un poco más allá, quizá nos demos cuenta de que, después de ese episodio, el enfocarnos en aprender no fue una tarea fácil”, dice Laura Lewin, capacitadora y consultora en materia educativa. Señala así que las emociones que nos conectan con esa sensación de fracaso desalientan el aprendizaje, sea desde lo que hoy podría leerse como una tontería (el querer aprender inglés, por ejemplo, y no lograrlo) hasta cuestiones más de fondo. “Es nuestro cerebro el que bloquea el aprendizaje. Y si queremos desbloquear esas barreras, debemos reconocerlas y trabajar sobre ellas.Hoy sabemos que las emociones positivas mejoran el aprendizaje, mientras que las negativas lo inhiben. Una de las tareas más importantes que debe realizar un docente es generar el mejor clima emocional posible en el aula, ya que las emociones -positivas o negativas- influyen sobre lo que un niño percibe, procesa y recuerda como información”, explica la autora de Que enseñes no significa que aprendan(Bonum); Gestión Educativa(Noveduc); y El aula afectiva(Santillana), entre otros.
Conectarse para aprender a manejar
En palabras de Lewin, se trata entonces de la necesidad y provecho de un aula en donde nadie interfiera con el aprendizaje de un compañero, lo que redunda en un aula más sana.“Nadie que se sienta inseguro o con miedo puede desplegar su mayor potencial o creatividad. Un poco de estrés -en deporte, por ejemplo- es bueno, pero un estrés profundo que se prolonga en el tiempo reduce la habilidad de aprender y recordar. Las emociones sonestados afectivos automáticos, inevitables y complejos que se desatan en nuestro cuerpo y nos brindan información muy valiosa.No sirve de nada decirle a una persona ´no te enojes´. No lo puede evitar. Lo que sí puede hacer es elegir qué hacer con ese enojo. Es decir, cómo manejarlo”, asegura. Para ello, es central (como docentes y como padres), validar sus emociones. Así, regular de manera exitosa los impulsos, las emociones, la atención y el comportamiento para lograr un objetivo es posible. “Debemos ayudar a los chicos a reconocer sus emociones y a autorregularlas. A veces podremos no estar de acuerdo con eso que sienten, pero no debemos descalificar esa emoción. Lo que sí podemos hacer es mostrar nuestra empatía: ´Entiendo que Juan te pegó en el recreo y que debés estar muy enojado. Contame qué pasó´. Este tipo de interacción hace que el niño se sienta comprendido. Conectarse con un alumno implica, muchas veces, un esfuerzo consciente por parte del docente. Es fácil conectarse con el alumno con el que sentimos una mayor afinidad, pero muchas veces, es justamente con el que no comprendemos, o al que juzgamos por cómo contesta o cómo se comporta o cómo se viste, con el que más velozmente debemos conectarnos”, asegura. Una tarea nada sencilla, ya que implica en muchos casos apartarnos de nuestras creencias o prejuicios. “Como adultos, podemos elegir con quién ir a cenar, o con quién hacernos amigos. Como docentes, no podemos elegir a quién vale la pena enseñar”, subraya Lewin.
Trascender las barrerasLograr empatía es entonces un gran desafío para el docente. “Conectarnos en el aula con quien nos gusta y nos presta atención sería el equivalente de un médico que atendiera solamente a pacientes sanos o un mecánico que sólo recibiera autos en buen estado. Enseñarle a quien nos enoja, nos frustra o nos decepciona, es también parte de nuestro trabajo. Quien demanda atención necesita atención, y muchas veces son ellos los mejores maestros para que nosotros mismos podamos practicar la paciencia, la tolerancia y nos despojemos de los prejuicios. Intentar encontrarnos con ellos fuera del aula y dedicarles dos o tres minutos cada vez que los vemos para conversar acerca de cualquier tema que no sea del colegio, también ayudará a generar una conexión emocional. Aun si al principio fuese forzado, con el tiempo este tipo de interacción se puede hacer más natural y al poco tiempo se evidencian mejoras en el comportamiento del alumno en la propia clase”, afirma Lewin. De este modo, según ella y otros especialistas en educación, las escuelas no deben poner el foco sólo en lo cognitivo, en enseñar contenidos, sino también en el aprendizaje socio-emocional. “Si no, lo cognitivo se resiente.Una gran clase puede no ser de utilidad si el alumno no siente que pertenece, no se siente seguro emocionalmente o no tiene vínculo con su docente”, concluye.