¿Por qué tomamos mate?
El Instituto Nacional de Yerba Mate asegura que “el mate” está en primer lugar como rasgo que identifica la argentinidad liderando con un 38% a la carne que mundialmente nos representa con un 37%. Esta costumbre se comparte con países vecinos y esto se debe a un origen común.
Lejos está esta infusión de ser patrimonio argentino, podría decirse que es sudamericano ya que cuenta con igual popularidad entre uruguayos, paraguayos, brasileños y bolivianos dado que la yerba mate se consumía en todas estas zonas geográficas por los pueblos originarios. Sobre la evolución de la costumbre de consumirlo asiduamente en un recipiente apropiado y sorbiendo con bombilla, hay ya tantas explicaciones como historiadores abocados al tema.
Mascar, tomar, gozar
Algunos aseguran que la yerba mate se mascaba en hojas crudas (similar al “coqueo”) y luego se tomaba en agua caliente usando una calabaza con recipiente, y los dientes como filtro de hojas o palillos hasta llegar al uso de una caña ahuecada que sería antecedente de la bombilla actual. “Un antiguo grupo de los guaraníes llamados avá lo usaba como un ritual. Donde se moría un familiar se plantaba yerba mate. Consumir luego las hojas de la planta era una forma de sentir que ese pariente perdido había entrado en uno y seguía conviviendo”, sostiene el historiador Sergio Wischñevsky. Algunos escritos descriptivos de Sudamérica proveniente de los conquistadores españoles, coinciden en que la cuna del mate fue guaraní y destacaban que tenía un efecto estimulante que se reflejaba en el rendimiento laboral de los indios. La calabaza ahuecada como recipiente de la infusión fue posterior y recién allí aparece el término “mate”, que significa calabaza en quichua. Cabe destacar que antes de infusionarla trataban las hojas con fuego, proceso que se llama sapecado, genera una pérdida de humedad y fija la clorofila. Actualmente se hace un proceso similar con calor, muchas veces con métodos industriales, en la actual yerba.
Expansión y prohibición
A través de una historia conocida de cinco siglos, la yerba mate pasó por distintos períodos en su inserción en la vida diaria. Según la sommelier de yerba mate Trápaga, esta forma de beber la infusión “facilitó a los padres jesuitas el hecho de poder compartir el mate con los guaraníes”, lo que, se infiere, fue un modo más de comunicación entre ambos mundos. Nativos, conquistadores, evangelizadores disfrutaban por igual el compartir el mate en rueda, pero esto duró hasta principios del Siglo XVII, cuando el entonces gobernador del Río de la Plata, Hernando Arias de Saavedra (conocido como Hernandarias) consideró que era un mal hábito. “Finalmente los españoles se tuvieron que hacer amigos, y fueron ellos los que lograron hacer las primeras plantaciones racionales de yerba mate y convertirla en un gran negocio productivo, tanto que pasó a ser una especie de oro verde”, indica Trápaga, en una primera reivindicación del “gran aporte de los inmigrantes que llegaron a todo lo que hoy es la zona yerbatera y pudieron aportarle la industrialización”. Hoy en la Argentina se consumen alrededor de 100 litros de mate al año por persona y- al menos hasta la llegada del COVID 19- compartirlo con amigos era insuperable. Hoy, aún en soledad, nadie se siente mal si tiene un “mate amigo” a mano.