La vida, en una zamba

La vida, en una zamba

24 mayo, 2021 0 By Pablo Donadio

Si bien muchas canciones llevan la impronta testimonial de su autor y son reflejo de anécdotas, sueños y penares, algunas piezas que marcaron el cancionero de la música folklórica relatan historias que vale la pena conocer.

Quien ha bailado una zamba sabe que allí hay mucho más que una danza. Cuando se agitan pañuelos, aseguran, se agita el corazón también. Además de un arma indiscutible de conquista, la zamba suele ser reflejo de la vida: “encuentros” y “desencuentros” de lo cotidiano están presentes en cada movimiento, en cada mirada. Y algunas composiciones, por emblemáticas, tiene aquí su lugar. 

Eulogia, esa Pomeña

Cuenta Juan Pablo Baliña, que aquella tarde de sol pesaba sobre el boliche La Flor del Pago en La Poma, ubicada entre San Antonio de los Cobres y Cachi en el Oeste salteño. Detrás del mostrador estaba Amanda Aramayo, “probablemente secando vasos con su delantal y tomando notas visuales de reojo”, relata el periodista. “Del lado de los clientes, como escondido detrás de una cerveza, había un hombre barbudo”, sigue el relato. Era Manuel J. Castilla, poeta argentino que andaba de visita para los carnavales.Castilla escribió la letra de muchas obras luego musicalizadas por su inseparable amigo, Gustavo “Cuchi” Leguizamón, otro lúcido músico salteño, dueño de clásicos actuales que en su momento renovaron el folclore nacional. “De pronto entró la Eulogia Tapia con la caja bajo el brazo y la cara llena de harina”, recuerda Amanda. “Era joven, tendría 18 o 19 años en esa época, y así nomás comenzó el contrapunto”. Habla de ese ir y venir de coplas, el diálogo-duelo musical que apela al carisma y memoria de los protagonistas. Y quien se queda con la última palabra y no pierde la inspiración, gana. Minutos después, Castilla no tuvo más que decir: la Eulogia había vencido. Bajo la mirada impávida del derrotado, la bella jovencita pomeña salió por la puerta, desató su caballo blanco y rumbeó “pal´ lao las casas”, no fuese que la noche y su padre la sorprendieran en el boliche. Al día siguiente Castilla no pudo más y enfiló al rancho de los Tapia, buscando revancha. “Pero Don Joaquín –continúa Aramayo-, su padre, era bravo como el cardón, y no lo dejó pasar”. Otra vez había perdido el poeta, y regresaba, aparentemente, con las manos vacías. Tiempo después, ya casada y mayor, cuentan, la Eulogia llegaba del huerto y su padre salía efusivo a recibirla: “¡Eulogia!, ¡Eulogia!, te han nombrado en la radio. Hay una canción que habla de vos, de la pomeña…”

www.youtube.com/watch?v=Hxg09Qo9ogg

Cautivo de su luna

A José Ignacio Rodríguez se lo conoce como “El Chango” Rodríguez, auto de talla con “De Simoca”, “Vidala de la copla”, “De Alberdi” y otras zambas carperas y tradicionales, según quien interprete. Pero El Chango fue creador de una zamba que dejó su sello en la historia, no sólo por música y letra, sino por el contexto en que fue creada. Rodríguez fue acusado (finalmente considerado inocente) de asesinar a un hombre en una pelea callejera. Preso en la Cárcel de Encausados de Barrio Güemes, entre 1963-1967, en ese periodo de encarcelamiento dio vida aLuna cautiva, donde nunca hace referencia a su condición, pero sí a su gran amor. Lidia Haydeé Margarita Bay, o “La Gringa”, con quien tuvo cuatro hijos y un largo matrimonio. Pero para el momento de la zamba El Chanco y la Gringa noviaban, y si algo le faltaba a la historia, era un casamiento en pleno penal. Dicen quienes los conocieron que en las buenas y en las malas, y la canción puede imaginarse como un abrazo entonces esquivo para ese hombre privado de la libertad, y una caricia honda a su amada, a quien explica que n se ha ido sino que “un toro mañero” ha retrasado al arriero, pero que allí está de vuelta “igual que la calandria que azota el vendaval…”. Esos paisajes camperos que menciona la letra, el río y las flores, el rancho y la china, dibujan una realidad que lo transportan al mundo añorado. Esta obra es de las más interpretadas por los jóvenes, así como por los viejos tradicionalistas.

www.youtube.com/watch?v=GjE0X7-9yBs

Perfume en carnaval

A Peteco Carabajal le gusta contar historias tanto como componer o tocar. Quien ha estado en una peña en el barrio Los Lagos, en su antigua casa familiar, lo sabe. El lugar, esos patios por donde corrió de niño, le hacen brotar recuerdos, y algunas anécdotas imperdibles. En agosto de 2010, contó mientras su hijo Homero arpegiaba los primeros acordes del tema, que una tarde estaba con su padre Carlos y recibieron la visita de Pablo Raúl Trullenque, otro gran compositor santiagueño. Al parecer a Trullenque no le gustaba como terminaba La flor azul, la chacarera de Mario Arnedo Gallo. “Decía que la última estrofa que concluía: ´Cuando recuerdo sus ojos, de dulce mirar / me acomodo con mi perro, solito a pitar´, podría decir otra cosa, y no nombrar al perro. Algo como: ´…/ me acomodo con mi suerte… ´”. Esa palabra resonó tanto en Peteco, que aquel día se fue tatareando “me voy solo con su suerte”, estrofa inicial de la emblemática Perfume de carnaval. Supuestamente una gran historia de amor personal, esta zamba no se basa en una experiencia del propio Peteco, sino en los relatos de Don Carlos, “que siempre nos contaba sobre los viejos carnavales norteños, y esos históricos bailes de campo”, explica. Este otro Carabajal vuelve carne cada uno de esos cuentos, y los detalles de aquella tarde bajo un añoso algarrobo, donde un bailarín, rendido a unos ojos, entregaba sus sueños… 
www.youtube.com/watch?v=z0zP60N-JAU