La emocionalidad colectiva
El contagio bidireccional de las emociones se retroalimenta. Influir en él producen directamente un cambio en el entorno porque somos parte fundamental de un sistema
Abrís la puerta de tu casa o de tu oficina y parece que el aire se corta con cuchillo. Es un caso típico que provoca que toda tu energía positiva se derrumbe en un instante. Esa atmósfera pone freno a las conversaciones que tenías en tu cabeza, y al resto de los mortales que están compartiendo ese espacio los enoja, los centra en su ego y todos quieren salir corriendo. Aunque creas que tenés paciencia y una inteligencia emocional alineada, nada funciona hoy. ¿Qué pasa?
Desde adentro, hacia afuera
Ya lo decía Mihaly Csikszentmihalyi cuando desarrolló la teoría Flow: “Hasta la mente más abstracta se ve afectada por lo que rodea a su cuerpo. Nadie es inmune a la información que traen nuestros sentidos desde afuera”. Por suerte, también funciona al revés, y la emoción colectiva puede fluir y materializarse en risas, ideas creativas o energía creadora. Eso colabora para conseguir lo que deseamos. Porque una emoción colectiva es más que la suma o la medida aritmética de las emociones individuales de los que están reunidos: se siente en los poros, se respira. Y acá entran en juego los sentidos, la mezcla sutil de los colores y las formas que miramos, los sonidos que llegan a nuestros oídos, los olores percibidos y las sensaciones táctiles y corporales que tenemos. Como ocurre al ir a una fiesta o a un velorio, aún sin interactuar con otra persona nos hacemos eco de ese “ambiente”, que el psicólogo Albert Bandura mencionó como “determinismo recíproco”, para afianzar cómo ambiente causa e influye en el comportamiento individual y viceversa.
Vos también podés modificar la atmósfera. Muchas veces de manera inconsciente lo hacés, pero también podés elegirlo provocarlo de forma explícita y voluntaria y así modificar el contexto. Es como una danza colectiva de la que podemos entrar y salir marcando una diferencia. Pensá ahora en la última vez que llegaste a un lugar y recordá: ¿Dónde era? ¿Quiénes estaban ahí? ¿Cómo te sentiste? ¿A qué crees que se debió ese impacto emocional? Rescatá algún día en tu mente donde hayas sido un agente de cambio y tu llegada haya provocado sonrisas. ¿Tenías esa intención? ¿Fue voluntario o involuntario?
En todos los sistemas que habitás (casa, oficina, club) podés aportar momentos flow y modificarlos para bien. ¿Te gustaría probarlo? ¿Cuándo vas a empezar?
Para hacerlo quizá te ayude:
– Definir qué meta ponés.
– Enfocá la atención para sentirte inmerso, parte del estado emocional del contexto. – Disfrutá de tus logros por pequeños que sean, aunque sea provocar una sonrisa.
– Elegí una actitud positiva y constructiva para que los problemas se conviertan en oportunidades.- Celebrá cuando seas parte de esas emociones colectivas y sentite parte de esta flexibilidad social.