¿Es tóxica mi pareja?
Las parejas tóxicas se caracterizan por no estar bien ni juntas ni separadas, y por sufrir y lastimarse en el nombre del amor. Cómo se la reconoce.
Con cierta frecuencia se identifica una “relación tormentosa” con “pasión”. Se supone que alguien que “muere” por nosotros, que nos vigila de manera constante, que está siempre al borde de la sospecha, que quiere tener la posesión absoluta de nuestro cuerpo y pensamientos, es alguien que actúa así porque nos ama profundamente. A la inversa, cuando somos nosotros quienes experimentamos estos sentimientos por alguien, se supone que experimentamos también un amor muy profundo. Pero no es cierto. Las parejas tóxicas se caracterizan por no estar bien ni juntas ni separadas y por sufrir y lastimarse en el nombre del amor. Su leit motivson los reproches constantes, la ironía descalificadora, las escenas de celos, los insultos, los desbordes, y finalmente, la reconciliación, apenas momentáneo estado de paz que se verá perturbado al primer atisbo de celos o desconfianza. Pero hay que saber que también se puede amar de una manera positiva, constructiva, en la que los amantes encuentren en el otro un impulso para vivir, proyectarse, crecer y realizar proyectos personales.
Autoestima y falsas medidas
La música romántica habla de “pasión devoradora”. En la pareja tóxica, esta alcanza su expresión plena: los integrantes se “devoran” uno al otro o establecen una forma asimétrica de deglución: uno es el que “devora” y otro el que se deja “devorar”. Así, metafóricamente, desaparecen dentro del torbellino de la relación, basada en escándalos, escenas de celos, investigaciones casi detectivescas, mediciones caprichosas e inapelables de cuánto la ama o cuánto lo detesta. Es importante destacar que en todas las parejas pueden darse esporádicamente episodios de este tipo, sin que eso signifique una relación tóxica. Los celos son frecuentes entre personas que se quieren, pero existe una diferencia de grado entre celos y obsesión. Lo mismo sucede con todos los sentimientos. El deseo de posesión es propio del amor, pero cuando se torna obsesivo y mortificante, deviene en un sentimiento tóxico. Es preciso tener en cuenta que, como el tango, la pareja es una “danza” que se baila de a dos. La toxicidad, por lo tanto, se produce cuando uno de los integrantes adopta el rol de “perseguidor” de manera preponderante y va minando la autoestima del otro. El rol puede cambiar a veces, sobre todo al principio, pero en general tiende a mantenerse. Efectivamente, bajo la máscara del exceso de amor, suele esconderse una autoestima débil que nos hace tener celos injustificados, temer la pérdida, desear “manejarlo/a y poseerlo/a” como un títere.
Pero que uno de los integrantes tenga este problema de autoestima no es razón suficiente. Es preciso, además, que la otra parte se “enganche” y sea su “partenaire”. Al principio, se sentirá halagado/a por las escenas de celos, por el deseo de posesión del otro y, también, se sentirá altamente desvalorizado/a por los desplantes, la ironía descalificatoria y el mal trato. Eso hará que quiera demostrarle cuánto vale provocándole celos, marcándole excesivamente sus defectos o, incluso, atribuyéndole defectos que no tiene. Comienza a tejerse así una verdadera telaraña tóxica en que ambos van enredando sin darse cuenta. Por esta razón, una autoestima fuerte es la mejor vacuna contra una pareja tóxica.