Del barrio al cancionero
La emblemática Calle Angosta, en Villa Mercedes, San Luis, atesora una historia bellísima y de neta esencia cuyana. De los recuerdos fundantes a la gran fiesta anual del folklore, junto a los relatos del nieto de Don Cándido Miranda, emblema puntano.
Amanece temprano en Villa Mercedes, y la bruma fresca confunde a los distraídos que se creen en Londres. El silencio abarca veredas y fachadas, plazas y comercios, y la calma, como en la misma siesta, domina toda la escena. ¿Cómo se vuelve mito una calle pueblerina? Postal de San Luis, e insigniade los mercedinos, la Calle Angosta carga una memoria barrial que la popularizó hasta volverla toda una referencia provincial y folklórica. Compuesta por José Zabala y Alfredo Alfonso, esta cueca es hoy una de las expresiones musicales más conocidas del cancionero popular, y una referencia geográfica de lo cuyano. Tal ha sido su fama, que su festival lleva ya 33 ediciones.
En blanco y negro
Dicen que hacia fines del siglo XIX una traza nueva dio paso a conductores de carros y carretas que trasladaran su producción hacia los vagones del tren, logrando un mejor paso hacia aquella vieja estación, verdadero nudo ferroviario en el que se entreveraban los sonidos del Tren del Oeste, el de la Rioja, el Central Argentino y el Buenos Aires al Pacífico. El desarrollo agrícola y ganadero regional crecía en productos y carruajes, y el progreso se escribía en letras y rieles. “Sos la calle más humilde de mi tierra mercedina /que en Los Álamos comienza y en el molino termina”, reza una de las estrofas de Calle Angosta, haciendo mención a la antigua huella que iba de la calle de Los Álamos hasta el molino harinero Fénix. Ese tramo fue luego separado de las vías por un alambrado, y del lado contrario a las vías y a ese alambre, comenzó a afianzarse una delgada vereda, dando vida al trazado más o menos similar al de hoy, con “una vereda sola”. Su extensión hacia el sur le dio carácter de calle, sobre la que se construyeron poco a poco jardines algunas casas de los trabajadores. Con el paso del tiempo el barrio fue creciendo, afincado en la dependencia de las exportaciones primarias, hasta que la crisis del 30 golpeó la zona, y algunos despidos ferroviarios obligaron a muchos empleados a rebuscárselas. Recordado en la cueca, Cándido Miranda, jefe de aquella estación, se transformó en comerciante, y su boliche Los Miranda adquirió fama local. “Fue fortuito, porque él fue separado del ferrocarril tras la defensa de empleados socialistas en las huelgas de esos años. Como era un hombre que solía guardar recados y encomiendas, algunos amigos le sugieren abrir un almacén, o algo así. Así nace el boliche en 1920, como alternativa económica en la estación, y un poco acompañando a ese pueblo que se estaba formando”, cuenta Ricardo Ulises Miranda, Magister de Historia, profesor del Instituto de Formación Docente Continua de Villa Mercedes, y nieto de Don Cándido. “Ya en 1925 se reincorpora al ferrocarril, y los hermanos Miranda colaboran con el boliche hasta la muerte del abuelo, cuando las mujeres de la familia son las que lo comandan hasta 1960”, agrega. En este nuevo lugar había espacio para las compras y un sector al que sólo entraban hombres, porque allí se bebía, jugaba y guitarreaba. Entre los muchachitos que frecuentaban el lugar, había un tal Josecito Zabala. “Lo que está haciendo al componer la cueca años después, es simplemente contar su experiencia de jovencito”, sintetiza Miranda nieto sobre el autor de la letra. Como bien relata la canción, en la otra esquina estaba la peña don Miranda, y ahí nomás la de Don Calixto. Así todo quedaba en familia, y rodeados de amigos y colegas. Si bien había movimiento en la zona, no era como en nuestros tiempos, y entonces loscoches de plaza se amontonaban junto al edificio de la estación a la espera de la llegada del tren. Cuentan que los cocheros se cruzaban con asiduidad al boliche de don Calixto María para hacer tiempo, y muchos ya eran habitué. Manuel Muract, un sirio libanés al que los amigos llamaban “Turco”, es otro personaje de la letra, y cuyo local es recordado también como un auténtico boliche mercedino donde los empleados del ferrocarril, del molino harinero y algunos viajantes, pasaban las horas de farra al ladrido de los chocos.
Hecha canciónLa cueca se instaló a tal punto que tiempo después fue (y aún es) honrada por grandes músicos y poetas que le escribieron versos y la incluyeron en sus discos. Al dúo Alfonso y Zabala se lo recuerda también por su sagacidad instrumental, por su trabajo con el sanjuanino Buenaventura Luna y La Tropilla de Huachi Pampa, y posteriormente con Los Trovadores de Cuyo. Además, a lo largo de su trayectoria fueron acompañantes del recordado conductor y humorista Juan Carlos “Pinocho” Mareco. Ya en la década del 60, cuando el folklore llamado hoy “tradicional” se institucionalizó a manos y voces de salteños y cuyanos, la canción Calle Angosta desfiló por cuanta guitarreada hubo, transformándose en un himno de peñas, cumpleaños y juntadas familiares hasta grandes escenarios donde fue interpretada por Julia Elena Dávalos o Los Chalchaleros, entre otros. Si bien aquellos tradicionales boliches, como las llegadas del tren, fueron quedando en el pasado, la esencia de esos tiempos se remonta cada diciembre en un anfiteatro ubicado en el parque de la estación para homenajear desde 1985 a estos dos guitarristas de antaño. El Festival de la Calle Angosta, celebrado ya en 33 ocasiones, es otro de los hechos que da cuenta de su importancia. Con el desarrollo de sus ediciones además, se han convocado a músicos y artistas de renombre. Asimismo, una ordenanza de 2007 declara Patrimonio Arquitectónico, Histórico y Cultural Municipal a todo el complejo Cultural Recreativo y Turístico Calle Angosta, que comprende la Casa del Cine, el Paseo de las Artes, y la Casa de los Artistas, además del anfiteatro, el viejo andén y Los Álamos, hasta la calle Belgrano. En el predio del Molino Fénix además, se han realizado obras de remodelación con un fuerte atractivo turístico: dentro de los antiguos silos se han instalado un bar y un boliche bailable, mientras el edificio central ha sido destinado a diversas salas de exposición, a un complejo de cines y a un restaurante. El nuevo techo metálico del predio del festival, un túnel carretero y más butacas, continúan el desarrollo de este gran festejo provincial. Llegar a este rincón mercedino entonces, implica adentrarse en el mundo de la música cuyana pero, sobre todo, aprender a saborear una canción que atesora toda una historia en sus versos.