Circuito contextual negativo
Hay contextos que suelen ser preventivos de ciertas adicciones, y otros, en cambio, donde terminan oficiando de facilitadores. La complejidad en tiempos de pandemia.
Hace muchos años que me dedico a la temática de las adicciones en distintos ámbitos. Hoy guío a profesionales en este campo para que puedan afrontar la siempre difícil tarea de afrontar el consumo de sustancias, tanto legales como ilegales. Pero en realidad, las sustancias psicoactivas no son las únicas adicciones que observamos, sino que hay otras de carácter conductual, comportamental, también dañinas. Se trata por ejemplo de la ludopatía, la adición al trabajo, a la comida, a las nuevas tecnologías. Estas actividades que están dentro del espectro habitual de cualquier persona (jugar, trabajar, comer, comunicarse) pueden transformarse en conductas adictivas.
Consumo en contexto, contexto de consumo
Hay contextos que suelen ser preventivos de ciertas adicciones, y otros, en cambio, que terminan operando como facilitadores de esta problemática. La pandemia y la cuarentena prolongada a mostrado un mayor consumo en términos de “escape” frente a la angustia, la ansiedad y la incertidumbre vivida.
Si bien es cierto que el consumo de determinados objetos es parte de la vida, hay condiciones de riesgo donde puede pasar a ser un objetivo en sí mismo, y como tal, transformarse en una patología.
El principio de la pandemia el alcohol había disminuido por cierre de bares y boliches. Pero esa estadística era engañosa, ya que aumentó en los hogares, de modo más privado. La oferta allí, con las redes y delibery, arrasaron: no hubo control de horarios de consumo ni de edades de compradores. Del mismo modo pasó con el juego y la posibilidad de hacerlo online, o con los excesos de horarios laborales que el homeoffice permite. Todo esto hizo crecer lo que denominamos un circuito contextual negativo, que favorece no sólo el consumo de sustancia sino de conductas que pueden considerarse adictivas.
La oferta, brindando más posibilidades y acceso, encontró su demanda, apuntalada por cierto corrimiento de la percepción del riesgo.
A la vez, el inicio del consumo de alcohol y marihuana hace 10 años rondaba los 18 o 20 años. Hoy ha bajado alrededor de 14 años. De este modo el daño físico, psicológico y social del consumo se agrava, ya que es sabido que la maduración y personalidad se consolidan pasada la adolescencia. Desde la perspectiva de los tratamientos, la baja de consultas ha sido otro punto preocupante, ya que esas conductas afirmadas aún más en la privacidad de las redes, dificulta la llegada a tiempo.
La prevención en distintos ámbitos (escuela, club, culto, organizaciones intermedias) se ha dificultado por las lógicas restricciones de estos espacios en pandemia. Es determinante entonces que toda la comunidad tome conciencia y se trabaje fuerte en ámbitos privilegiados como la familia, para llegar, justamente, a tiempo.
*Dra. Jorgelina Devoto. Directora Instituto de Prevención de Adicciones de la Facultad de Medicina de la USAL.