Un mundo virtual conectado emocionalmente
Consumimos información, compramos y vendemos, conocemos gente y trabajamos de este modo. ¿Qué aprendimos? Aplicar la escucha emocional para estar más cerca de los otros es la clave en el mundo virtual.
El adjetivo “virtual” originariamente hacía referencia a aquello “que tiene virtud para producir un efecto”. En principio, hoy, al poder conectarme más allá de lo corporal. En ese sentido me encanta que la llegada de Internet y la era digital a nuestras vidas haya roto barreras espaciotemporales y habernos permitido interactuar con personas en cualquier lugar del planeta. Pero las relaciones parecieran también más efímeras, difusas y “líquidas” como dijese el sociólogo, filósofo y ensayista Zigmunt Bauman. Es decir, menos duraderas en la interacción de cada uno. Y es que las señas de identidad, si no las cuidamos, se van desdibujando.
Vivos y atentos
Mediante la comunicación es donde se crean y re-crean las identidades individuales y colectivas. Por eso es importante generar un contexto de comunicación para que el cerebro no intente llenar esos espacios vacíos con otra cosa. Una parte de él no puede distinguir si nuestra comunicación es presencial o virtual, pero sí puede distinguir pensamientos reales. Una manera concreta de conectarnos hoy apuntaría entonces a generar emociones genuinas que contagien, que despierten curiosidad y oficien de lazos afectivos para unirnos con el otro. La voz y sus inflexiones, la energía de la proyección de las palabras, el preguntar y dar tiempo a una respuesta real, y claro, estar dispuestos a escuchar, son buena medida para lograr esa emoción. La escucha emocional siempre genera un feedback, que puede elevarse mirando a la cámara para que quién nos vea sepa que estamos intentando mirar a los ojos, sin retacear nuestros gestos, nuestros modos de mover las manos o cuerpo como señal de que estamos vivos y atentos a lo que hay del otro lado. Ese camino hacia la “alteridad” nos aleja un poco del egocentrismo, y da cuenta que queremos unirnos de alguna forma, sea laboral, amorosa o amistosamente.
Mi propuesta radica en pensar la virtualidad entonces como una gran posibilidad de ahorrar tiempo sin resignar comodidad, pero sin olvidar que del otro lado hay personas que se vinculan con nuestras emociones, nuestros tonos de voz, nuestros gestos, y sobre todo, con la pasión que ponemos en el contacto, sea de minutos o varias horas. Si cuido esa “forma” y logro sumar alguna historia, puedo compartir cómo me siento, e incluso incorporo algún dato, hay una gran posibilidad de lograr esa conexión emocional del cuerpo a cuerpo, y despertar sentimientos positivos como la cooperación, la solidaridad, la tolerancia, la convivencia y la sana competencia.