La gran apuesta institucional
El barrio puede ser bellísimo, sus prestaciones, las mejores, pero sin una buena convivencia… Por eso, retomo este tema, presentado ya en este medio hace algunos meses, sobre la trabajosa tarea de los barrios para que, sin nexos vinculantes previos, familias y dirigentes desarrollen relaciones respetuosas duraderas.
Ni las más antiguas y desarrolladas organizaciones, ni las más nuevas y en pleno crecimiento, están exentas de problemas de convivencia entre asociados, o entre ellos y la organización. El country puede ser el número uno en varios temas, pero sin una buena convivencia, está destinado a colisionar, tarde o temprano.
La otra construcción
No existen recetas ni soluciones mágicas que garanticen una convivencia idílica en el marco de una urbanización cerrada, ya que finalmente, humanos somos. Para poder lograr una adecuada manera de llevarnos es necesario que ese conjunto de familias que apenas se conocen, se constituyan como parte de una comunidad. Pero ésta no se conforma espontáneamente. Es necesaria una política institucional que colabore y ayude a que familias sin nexos vinculantes previos, desarrollen relaciones respetuosas que permitan ir consolidándola.
Una comunidad es una construcción, acaso la más compleja. Ese nuevo tejido social que se va configurando, requiere de observación, análisis y cuidado. Por eso es fundamental generar espacios y escenarios pertinentes para esta vinculación. Uno de los aspectos más importantes es promover una identidad, un sentido de pertenencia, pues ese conjunto de características o atributos, configuran el “ser institucional”: misión, visión, objetivos, marco legal, cultura, valores y comportamiento. Y no sólo los actuales, sino también los acumulados, que constituyen la historia del lugar.
Esta identidad, que en algunos aspectos fue creada por los fundadores, se relaciona con el contexto geográfico donde está ubicada, el nivel socioeconómico a la que está dirigida, nombre, colores y escudo, el código de construcción, la infraestructura social y deportiva de uso común, entre otras cuestiones. Hay más factores que suman, como los deportes, los intercountries, actividades socioculturales, físicas y gimnásticas, los grupos sociorecreativos de niños y niñas. Estas piezas ordenan un escenario donde cada miembro de la familia encuentra, o no, y desarrolla, o no, vínculos de amistad con sus pares. Si es productivo, proactivo, y positivo, a lo largo del tiempo lográ una identidad institucional y una comunidad auténtica, fuerte.
No obstante, a mi criterio, hay un instrumento muy importante a tener en cuenta, una herramienta que toda organización debe lograr: el código de convivencia. Un conjunto de normas que todos deben aceptar para que la vida en comunidad sea posible. Y no puede ser impuesto, sino elaborado por el conjunto de los socios, mediante el diálogo y la alternancia de ideas y opiniones hasta establecerse por la institución. De no ser así, la preponderancia de ciertos sectores puede generar internas que a largo plazo dañen la construcción colectiva, y así, la convivencia.
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Lic. Gustavo Korovsky – Consultor institucional