Los adolescentes y la orientación vocacional
Siempre hay sensaciones y temores ante el crecimiento de los hijos, y a la hora de definir qué van a estudiar y cómo hacer su camino profesional, esto puede agravarse.
La adolescencia de los hijos moviliza en los padres toda suerte de sensaciones y vivencias. Como en un viaje por “el túnel del tiempo”, esos padres revivirán su propia adolescencia evocando la primera elección, el primer trabajo, la relación con sus padres, su sistema de creencias, la primera relación sexual, la formación de la pareja. A veces, esta movilización puede llevarlos incluso a revivir insatisfacciones o a resucitar asignaturas pendientes. Lo importante es no poner las frustraciones debajo de la alfombra, sino tratar de crecer como personas junto a los hijos. Los que hoy somos papás de adolescentes nos sentimos jóvenes, y lo somos. Por lo tanto, debemos tomar lo mejor de esta etapa fascinante, que son las ganas de vivir, el empuje y la vitalidad, pero hacerlo con madurez. “Volver a los 17” puede transformarse en una segunda oportunidad para nosotros.
La mirada de los padres
Las sensaciones positivas del crecimiento de nuestros hijos son bien conocidas por todos: alegría al verlos desarrollarse, orgullo por lo lindos que están o por lo agradables que son, satisfacción ante lo bien que se desenvuelven ante ciertas situaciones o cómo les va en la vida. Pero por más que amemos profundamente a nuestros hijos y les deseemos lo mejor, eso no quita que su crecimiento genere en nosotros gran ambivalencia. Muy a nuestro pesar, ellos cumplen años y nosotros también. La adolescencia de ellos implica nuestra llegada a la edad intermedia, y su iniciación sexual coincide muchas veces con la menopausia o la andropausia de sus padres (cosa que no quiere decir que no estemos en la plenitud sexual y afectiva). Si bien, actualmente, tenemos a favor una mayor expectativa y calidad de vida, vivimos prisioneros del espejo. En esta etapa la pareja se encuentra frente a frente y sin el “ruido” de los chicos deambulando alrededor. Pueden aparecer las fisuras que habían estado latentes, ocultas bajo las obligaciones y la compañía de los hijos. Recordemos que, así como este momento despierta la evocación de una época dorada, la adolescencia, también puede incrementar o reactualizar nuestros propios temores frente a determinadas situaciones que creíamos superadas.
El proceso de orientación
La vida de los adolescentes suele estar abarrotada de actividades, como practicar su deporte favorito, comentar los pormenores del romance de la mejor amiga, pensar en el viaje de egresados y las mil y una maneras de reunir fondos, chatear, analizar por teléfono las novedades del último reality-show, ir a la clase de inglés o de computación, rendir las materias previas. Pero es importante que puedan encontrar un momento para ponerse en contacto consigo mismos y sus proyectos. Ante tanto bombardeo de datos, influencias y dudas a los que un adolescente está expuesto en esta etapa de la vida, lo mejor es optar por la realización de un proceso de orientación vocacional, a lo largo del cual se realizan una serie de entrevistas. Un profesional indaga —a través de actitudes, pensamientos, preferencias, sistema de creencias, expectativas y miedos, por un lado, y, haciendo uso de distintas técnicas de exploración de la personalidad, por el otro— cuál es la carrera o las carreras más afines a la personalidad de quien realiza la consulta. Algunos de los chicos que encaran este proceso necesitan un “empujoncito” para darse cuenta de lo que quieren, otros deben decidirse entre dos alternativas y otros están totalmente desorientados. Entre los aspectos que se tienen en cuenta también figuran los deseos y los tiempos de cada uno en particular. La orientación vocacional no sólo tiene lugar cuando se está por egresar de la escuela secundaria sino también alrededor de los once años, en el momento en que un niño debe decidir si la escuela secundaria en la que desea cursar está dentro de la línea técnica, humanística o artística, y, en algunos casos —que llamaremos, reorientación vocacional—, cuando, después de cursadas algunas materias en la facultad, un joven descubre que ha equivocado su elección.
Comprometerse
Es muy importante que el adolescente tenga en claro que, como en otras situaciones de la vida, ante un proceso de orientación vocacional debe “poner el cuerpo” y no esperar que el resultado mágico se lo brinde una batería de tests. No hay que olvidarse que el fruto que se consigue por medio del esfuerzo y la constancia es el que mejor gusto tiene y mayores satisfacciones proporciona. En síntesis: una actitud activa es la mejor herramienta para enfrentar el conflictivo mundo actual. Otro de los factores importantes a tener en cuenta cuando se encara esta elección es el tipo de institución educativa que sea más acorde a cada personalidad: hay quienes rinden mejor en establecimientos multitudinarios mientras que otros prefieren la atención personalizada, algunos no cambiarían por nada del mundo una institución pública mientras que otros se sienten más a gusto en una privada. Siempre hay que tener en cuenta la personalidad de cada adolescente, y el éxito o el fracaso de cada hijo, cosa que los padres suelen sentir como algo propio, tienen mucho que ver también con este tipo de decisiones. Lo que es seguro, es que sean cuales sean, hay que tomarlas.